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Testimonio: Una niña llamada Victoria.


Inauguro esta sección de Testimonios remontándome a finales del mes de Octubre de 2014.


A mi consulta llegó una mujer de 35 años. Su nombre, Cristina. Su clara personalidad alegre y jovial, que mostró desde el principio, se veía, sin embargo, ensombrecida por un cierto anhelo y frustración en su mirada. El motivo yo ya lo conocía, pues habíamos hablado previamente por teléfono. Tras presentarnos, ella comenzó a hablar:


“Mi pareja y yo llevamos cinco años queriendo tener un hijo, sin que hasta ahora haya sido posible. Lo hemos intentado todo. Incluso me he sometido a varios tratamientos de fertilidad sin ningún resultado. Nos ha supuesto un alto coste económico y una gran frustación. Estoy desesperada. Él ya quiere tirar la toalla, dice que estoy demasiado obsesionada y que este asunto se está convirtiendo en un verdadero conflicto dentro de la relación. Sé que tiene razón y temo perderle, pese a lo mucho que le amo, pero mi deseo de ser madre, lejos de apaciguarse, es cada vez mayor”.


Al examinar su Árbol Genealógico no fue difícil encontrar el origen del porqué esta joven y encantadora mujer no conseguía su propósito. Tenía un “programa de no tener hijos”, heredado de las mujeres de su clan. Está relacionada por fechas y/o nombres con sus dos abuelas y con su propia madre.


Su abuela paterna se quedó embarazada a los 15 años, constituyendo esto un verdadero escándalo en la familia. Se la llevaron a la ciudad, lejos del pueblo donde vivían y allí pudo dar a luz a su primer hijo. Éste fue entregado de inmediato por los padres de la muchacha a unas monjas. Pese a su corta edad y a que por este motivo pudiese ser una solución para ella misma, podemos imaginar el desgarro de una madre a la que le arrebatan a su hijo.


Su abuela materna tuvo siete hijos (niños y niñas), falleciendo sus tres primeros hijos (dos varones y una hembra) antes de los 3 años de edad.

Por último, su madre casi muere desangrada en el parto de la propia Cristina.


El mensaje de drama y peligro que sus antepasadas le han transmitido inconscientemente a Cristina, es claro. Una le diría: “No tengas un hijo, porque te lo quitarán”. Otra: “No tengas hijos, porque es normal que se mueran”. Su madre: “No tengas hijos, porque la que puede morir eres tú.”


Cristina tomó conciencia de todo esto, fue una verdad, una realidad, algo que se le reveló como cierto. Tras esto, realizamos los trabajos que se hacían necesarios para cortar con estos programas.


En la última sesión que tuvimos, su cara estaba iluminada, rebosante de alegría. Me dijo, con profunda emoción: “Helena, estoy embarazada. Lo he sabido esta misma mañana. Tenía que venir a decírtelo. Juan y yo estamos locos de contentos y te estaremos eternamente agradecidos”.


He de decir, que el trabajo lo hizo ella, yo sólo la acompañé por el camino con un conocido mapa en la mano, el que permite llegar al inconsciente y sanar programas. También añadir que la que le está profundamente agradecida soy yo a ella, pues cada día me reafirmo más en lo gratificante que es esta profesión, y lo hago gracias a personas como Cristina. Ella ha preferido no revelar sus datos, “cuestión de pudor”, me ha dicho… “Cambia mi nombre y el de mi marido, pero menciona, por favor, el nombre de mi hija.”


Bien, pues hace dos días, el 23 de Agosto, llegó al mundo una hermosa niña. Sus padres la han llamado “Victoria”, como no podía ser de otra manera.


¡Mi enhorabuena a sus padres! ¡Bienvenida, Victoria!

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