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Sin la paz con los padres no hay salud mental posible.



'Las cartas que los padres nunca recibieron' es el título del libro que el médico, psiquiatra y psicoanalista Ramón Andreu Anglada (Vic, 1937) presentó el pasado lunes en el Koldo Mitxelena de San Sebastián. Con nombre supuesto, recoge las cartas que sus pacientes escribieron a sus padres y que nunca les mandaron. Las cartas culminan su trabajo psicoterapéutico y en ellas 'perdonan' a sus padres por los déficits que tuvieron en su infancia. «Los padres nunca podrían recibir estas cartas porque no son conscientes del daño que hicieron», dice el autor. «Lo hicieron lo mejor que pudieron. Mis obras son una defensa de la familia, que es donde se ponen las bases de la persona adulta».


Las cartas. ¿Por qué era importante que los pacientes escribieran cartas a sus padres? «La terapia que yo hago es de orientación psicoanalítica. Como el trabajo comporta mucho análisis, va muy bien intercalar síntesis, resumen y conclusiones. Estas cartas sirven para eso. En ellas explican a sus padres por qué han necesitado la terapia. Qué es lo que faltó. Por qué a pesar de haber recibido muchas cosas buenas, no fueron en la dosis suficiente como para tener un grado de salud óptimo. Al explicarlo sin reproches, aceptando que ellos hicieron lo que pudieron, con esta aceptación hay una reconciliación interna con los padres, estén vivos o no. Con este reencuentro es como se consigue la paz, una paz sin la cual no hay salud mental posible. La paz con la madre es la madre de todas las paces y la paz con el padre, el padre de todas las paces. Es la paz con nosotros mismos. Con ella la persona se libera definitivamente de su pasado y las influencias nocivas que parte de ese pasado haya podido tener en su vida».


El trabajo. Quedará trabajo por hacer en la fase post terapéutica. «A los padres se les ha de perdonar y aceptar cada día, en el caso de que vivan. Porque por los déficits que puedan acumular se seguirán equivocando, nos seguirán irritando con sus torpezas. Hay que aceptarles todos los días de nuestra vida».


Lo más difícil. ¿Qué es lo más difícil de superar en el camino de la terapia? «La renuncia y el sacrificio que se ha de hacer, que son muy injustos, pero imprescindibles si quieren tener un grado aceptable de salud psicológica o mental. Han de renunciar a cosas que les corresponden por derecho, por el hecho de haber nacido. A algo que tendrían que haber recibido pero no han podido recibir porque sus padres no se lo han podido dar. Y ello, porque los padres tenían insuficiente salud psicológica, no fueron debidamente enseñados. Somos víctimas de víctimas. Otro reto es superar la 'droga' del sufrimiento cuando ha sido demasiado pronto, demasiado fuerte y demasiado tiempo seguido».


El amor. De todo lo que los padres dan o deberían dar, lo más importante para la salud mental es el amor, a juicio de Andreu Anglada. «Está hecho de buena fe, buena voluntad, deseo de procurar la felicidad de los hijos y de darles los instrumentos que les permitan conseguir un grado razonable de felicidad. Esto es lo principal. Nada de consignas. Ni de autoritarismo militar. Conviene una autoridad moral civil y no militar. Lo principal es el amor, el afecto, la aceptación. No exigirles que sean tal o cual, que estudien esto o lo otro, que sean un número uno. Hay que hacerles sentir con libertad y con derecho que serán queridos por sí mismos, no por lo que hagan».

La infancia. ¿Por qué duran tanto las impresiones de la infancia? «Porque el ser humano es así. Tiene un GPS, el intangible, que es como una esponja, lo absorbe todo con gran avidez. Las primeras etapas de la vida son un terreno virgen y las semillas prenden con gran intensidad. Si son buenas, muy bien. Si no, tenemos trabajo después. Hay que sacar la mala hierba y conservar la buena».


El tiempo y el dinero. La relación que mantenemos con el tiempo y el dinero nos define, según Andreu Angalda, además de la relación que mantenemos con nosotros mismos y con los demás. «Si no hemos tenido una relación suficientemente 'felicitaria' con nosotros mismos y nuestro grupo original familiar y el sufrimiento ha enmascarado toda la relación, tenderemos a tener relación de sufrimiento con todo. Con nuestros semejantes. Con nuestra pareja. Con nosotros mismos (siempre estaremos insatisfechos, aunque nos toque el gordo de la lotería). Convertiremos en relación de sufrimiento la relación con el dinero y el tiempo. No sabremos disfrutar ni del tiempo ni del dinero. Convertiremos todo en sufrimiento. Pero no lo sabemos. Es inconsciente».


El tercer libro. Llegará un tercer libro que cerrará la trilogía. «Al ir cumpliendo años pensé en transmitir una experiencia de más de 40 años. En el tercer libro entraré más a fondo en la descripción de la drogadicción al sufrimiento. Es más difícil de erradicar que la droga química, que aparece a partir de la adolescencia, porque la droga moral llega en los primeros años de vida. Cuando las drogas químicas despuntan, la moral lleva más de 10 años. Y no hay granjas para desintoxicarse de ella».


La familia. El autor lo tiene claro. «Hay que salvar a la familia. Los Gobiernos no la apoyan suficientemente. Los niños están demasiado solos cuando no toca estarlo. Propongo una campaña nacional con el eslogan 'salvemos la familia'. Si la familia, en sus múltiples variantes, se destruye, se destruye la sociedad».



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